El sol en La Asunción estaba muy radiante, estaba sola en casa y quise quedarme un tiempo más en cama, escuchando música mientras veía fotografías de mis viajes a Mérida que hice mucho tiempo con mi abuelo antes de partir, aunque esto no duró mucho porque el hambre estaba pegándome en el estómago.
Salí de mi habitación para preparar mi desayuno, hice unas arepas con jamón y huevos revueltos, después de esto, quedé con verme con Juan, un amigo de la universidad, nuestro punto de encuentro era el banco de Venezuela para ir luego a La plaza de La Asunción -que no quedaba muy lejos de allí- a conversar y comer algo dulce que él me había prometido.
Juan llegó tan sonriente como siempre, sostenía un cartón de huevos con una mano - cartón de 24 para ser exactos- y me dijo en un tono chistoso:
- Deberías decirme: "Qué huevos tienes tú de llegar hasta acá"
Nos reímos juntos y me abrazó.
El camino hacia la plaza era corto, pero por alguna razón caminábamos lento.
- ¡Qué bonita estás! ¿Alguna vez te has quedado admirando lo bonita que es La Asunción, Gabby? Si viviese aquí, vendría acá todos los días, no, tal vez los momentos libres que tenga, que afortunados son Roger y tú en vivir aquí.
- Esto tiende a ser muy tranquilo,Juan, créeme que lo disfruto de vez en cuando, más que todo los sábados que hacen la feria por las tardes.
- ¿De verdad hacen una feria? ¡Vaya, si que me he perdido de muchas cosas! Bueno, ven, vamos a comer un dulce y nos sentamos a conversar, después te enseñaré un lugar muy bonito que encontré cerca de aquí, ya verás, te gustará mucho.
Juan y yo compartimos un cupcake de chocolate, mientras nos sentamos en un banquillo bajo la sombra de un árbol, admiramos los árboles, lo fuerte que estaba el sol, las personas que estaban a nuestro alrededor corriendo, sonriendo, había niños en su mayoría, compartíamos nuestro postre en silencio, hasta que se acabó y Juan quiso iniciar nuevamente un tema de conversación:
- Me he vuelto muy frío últimamente, esto de la situación es deprimente, Gabby.
« La situación siempre será buen tema de conversación, deprimente, pero ¿qué coño? Es una de las cosas que cualquier venezolano piensa su día a día»
- La situación nos está jodiendo a todos, Juan, pero ¿qué podemos hacer? Venezuela es un peo constante, si salimos de uno, entramos en otro y mayor que el anterior, la gente se va porque no tiene de otra, viven en un lugar más seguro, con mejor economía, pero pasan trabajo en otros países porque son extranjeros y así todo es más complicado de lo que uno piensa, mientras tanto las familias del emigrante quedan tristes porque se tuvieron que ir, pero como dije anteriormente, no hay de otra, hay que hacerlo si queremos algo mejor en nuestro futuro.
- Yo siento que he perdido mucho de mi juventud en este país, sin embargo, no quisiera irme sin explorar lo bonito que es, hay tantas cosas bellas en esta Isla que muchos ignoran.
- ¿Nunca has viajado por varios Estados del país?
- No, nunca. Jamás he salido de esta pequeña y calurosa Isla.
- Te estás perdiendo de muchas cosas, amiguito, Mérida por ejemplo, ir allá es mágico.
- Me gusta la idea de explorar muchos lugares solo, pero veo que tienes experiencia con los viajes, sería interesante tenerte como compañera.
- Desde que estoy en pañales viajo, Juan, mi abuelo era una especie de Valentina Quintero, amaba viajar, no desperdiciaba unos días libres para eso, él casi nunca estaba en casa por lo mismo.
- Qué genial suena eso, me hubiese gustado conocerlo, debió ser buena persona y buen viajero.
- Sí, si que lo era..
De la nada, sentí que nos miraban, estaba un grupo de personas que nos desagradaban de la Universidad, además el sol estaba mucho más insoportable cada minuto que pasaba y nos comenzó a dar sed. Juan lanzó nuevamente su propuesta de demostrarme ese lugar mágico que encontró cerca, estaba entusiasmado y más aún cuando le propuse que después del recorrido le invitaría unas bebidas frías para pasar el calor.
El lugar está en frente de la escuela Luisa Cáceres de Arismendi, cerca de la UNA.
Era una pequeña plaza dónde había estado antes, pero no me dediqué a observarla detenidamente como esta vez, porque las veces que iba, estaba junto con alguien que tenía que hacer diligencias, tenía una estructura no tan común con las placitas que había visto, pero era muy bonita como me lo había descrito Juan, tenía colores amarillos y azules llamativos, en el centro del lugar había como una especie de techo circular que estaba conectado con muchas rayas de color negro, al medio estaba otro círculo pero un poco más pequeño, me recordaba un tanto a las flores que hacía yo de pre-escolar, pero mucho mejor, ambos admiramos esas pequeñas cosas, los colores que habían por todas partes, nuevamente Juan rompió el silencio diciendo:
- Es precioso todo esto, ¿no te parece? Lo increíble que algo tan sencillo pueda ser algo tan bello. Me pregunto ¿cómo habrá sido esto muchos años antes?
- Debió ser fantástico.
- A veces repudio mucho al venezolano, a la mayoría.
- Eres venezolano, Juan..
- Sí, sé que lo soy, lo tengo bastante claro cada vez que veo mi cédula de identidad, pero eso no es lo que quise decir.
- ¿Entonces?
- Quiero decir, que el venezolano no aprovecha esas pequeñas cosas que tiene, las destruye o más bien deja que se jodan solas, las cosas hay que cuidarlas, estar pendiente y es por eso que estamos así, nos joden y no nos damos cuenta.
- Coño, Juan, ¿Cómo decirte que no a eso? Tienes la razón.
- Aunque también hay excepciones, pocas, pero las hay y afortunadamente le dan fe a los demás que vale la pena seguir siendo buenos en este país tan loco en el que vivimos.
«Juan a veces puede ser más sabio de lo que creí»
Esta vez, propuse explorar un poco más el pequeño lugar, Juan y su cartón de 24 huevos estuvieron atrás de mi, caminando lento y viendo todo alrededor, descubrí que un poco más adelante había una pared blanca que le habían pintado ventanas y puertas como las casas de antes que están en Margarita, provocaba tener una cámara profesional y tirarnos fotos en ese muro, era muy genial, más adelante encontramos un pequeño puente que tenía colores pasteles.
Así era antes......
Así es ahora.
Vimos un pequeño río que estaba allí, que ahora está contaminado. Juan me contó que ese mismo río te llevaba hacia Porlamar.
" Si estuviese en buenas condiciones y habría mucha más agua en ese río, tomaría un bote y se fuese para allá remando" - Me decía Juan, en un tono melancólico.
Aunque me pareció divertido la imaginación de Juan, no importa cuantos años tenga, su niño interior aún seguía vivo.
Luego de que nos fuimos de aquel pequeño lugar, cumplí con mi propuesta de brindar las bebidas frías para matar la sed, ya eran las dos de la tarde y el sol estaba tan fuerte que no provocaba salir.
Encontramos un pequeño cyber donde afortunadamente vendían refresco de botella de vídrio, la sonrisa de Juan creció mucho al saberlo, compré uva para mí y pepsi para él, grandes recuerdos de nuestra infancia invadieron nuestras mentes al disfrutar el refresco de botellita y nos reíamos bastante. Ya cuando estaba a punto de terminarme la poca cantidad que me quedaba, esta vez rompí el silencio diciéndole a Juan que debíamos hacer eso más seguido, pero explorando otros lugares de la Isla, tal vez nos estábamos perdiendo de otras cosas importantes y debíamos sacar tiempo para eso, el asentía feliz y contento.
Él me acompañó de camino a casa, miramos un rato el cielo azul y prometimos volver a explorar otro sitio de La Isla con refrescos de botellita para cerrar el día.
Fue un sábado increíble, ojalá se repita.
tu si que sabes hacer que una simple anécdota se vuelva toda una historia para los libros... ese día me recordaste que la vida es preciosa por las cosas simples que hay en ella, gracias otra vez Gaby, estoy ansioso por viajar otra vez, otro dia...
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